Hubo una época en la que los hongos no eran aceptados por todas las culturas; principalmente los españoles, quienes los calificaron como “diabólicos”. Este tabú duró hasta el siglo XX, cuando fueron redescubiertos por científicos que se interesaron en la botánica y la taxonomía. Aunque los hongos han sido utilizados en América desde hace mil años o más, no fue sino hasta los años 50 y 60 que la psilocibina comenzó a ganar importancia en la Psiquiatría para el tratamiento de diferentes enfermedades mentales. Pronto, los resultados observados en los pacientes fueron muy esperanzadores. Sin embargo, a mediados de los 60 —con los movimientos pacifistas y el auge de la cultura hippie— los hongos se prohibieron y se declaró que no tenían alguna utilidad médica. También fueron incluidos en la lista de sustancias prohibidas de la ONU. A causa de estos sucesos, los hongos desaparecieron casi en su totalidad en las grandes ciudades, pero continuaron siendo utilizados de manera ilegal.
Los hongos mágicos están entre las drogas recreativas más seguras, con base en los índices de tratamiento médico recibido por su uso. Los hongos son más seguros que el MDMA, el tabaco, la cocaína, el alcohol y la marihuana. Entre sus posibles efectos secundarios está la náusea, el vómito, la somnolencia, la falta de coordinación y el aumento de la presión sanguínea. La toxicidad es muy baja, por lo que es prácticamente imposible tener una sobredosis de hongos (una persona promedio deberá comer varios kilos para obtener una dosis cercana a la toxicidad fatal). El mayor potencial de daño lo tienen las personas que recogen sus propios hongos mágicos y los identifican erróneamente. Aunque no se han estudiado mucho las interacciones con otras drogas, se debe evitar el uso de hongos en combinación con antirretrovirales, hierba de San Juan o antidepresivos (se ha informado que los ISRS, tricíclicos e IMAO aumentan o incrementan los efectos psicodélicos, lo que hace que los hongos sean imprevisibles). También es posible que se produzcan efectos psicológicos, por lo que no es aconsejable que las personas con antecedentes familiares de trastornos psicóticos, como la esquizofrenia, consuman los hongos mágicos. De manera similar a la marihuana, que es usada con mayor frecuencia por pacientes con esquizofrenia, la relación entre los hongos mágicos y la enfermedad mental aún no se comprende plenamente.
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Al igual que con la marihuana, el LSD y otros alucinógenos, los hongos mágicos también se han relacionado con un fenómeno poco comprendido, conocido como Trastorno Perceptivo Persistente por Alucinógenos, o TPPA, en el que quienes lo padecen afirman experimentar distorsiones constantes en su percepción, incluso años después. Los síntomas pueden ir desde pequeños problemas visuales hasta alucinaciones perturbadoras. Los usuarios de LSD presentan el mayor riesgo de sufrir TPPA, aunque se desconoce exactamente cuántas personas están afectadas, o cómo funciona este trastorno. Los cálculos de la frecuencia del TPPA van desde 1 de cada 50,000 usuarios regulares de drogas, hasta entre 1 y 4 por ciento de los usuarios de LSD. Los hongos no son adictivos físicamente ni se ha demostrado que causen dependencia psicológica. Los compuestos químicos activos, la psilocibina y la psilocina, producen tolerancia a corto plazo en los usuarios, lo que disminuye sus efectos con un uso repetido. Pueden requerirse varias semanas o un mes para que la tolerancia vuelva a su nivel normal. Si bien su uso se ha despenalizado en Denver, Colorado y Oakland, California, los hongos mágicos no son legales para su uso recreativo en ninguna otra parte de Estados Unidos. Una iniciativa presentada en Oregón para 2020 podría hacer que los hongos fueran legales en condiciones autorizadas y terapéuticas.
Es fundamental que las condiciones conocidas como set y setting sean las adecuadas para el buen desarrollo de la experiencia, para evitar los “malos viajes” improductivos y los accidentes.
Set (las características personales y el estado de ánimo): es muy importante que la persona tenga cierto grado de madurez, no esté pasando por un mal momento personal y que se comience la experiencia con una actitud positiva y decidida a hacerlo sin ninguna presión externa.
Setting (el ambiente o contexto): debe de ser agradable, amigable y seguro.
La buena concurrencia de estos dos elementos permitirá que el usuario se pueda dejar llevar por el viaje teniendo una experiencia útil y placentera; lo más segura y lo menos traumática posible. Para evitar el vómito, ayudar a la claridad mental y evitar un consumo irreflexivo, es conveniente haber hecho un ayuno previo (de entre 8 y 24 horas, siendo preferible acercarse más a lo segundo).
Los hongos frescos, setas y trufas, se deben de guardar en la nevera. Las setas hasta un máximo de 2 semanas y las trufas hasta un mes aproximadamente. Los hongos secos, enteros o en polvo, es conveniente guardarlos en un envase hermético, a ser posible con un desecante (gel de sílice) y alejados de la luz. Si la hermeticidad es total es recomendable guardarlos en el congelador.
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