Charles Bukowski - Deje de mirarme las tetas, señor

Big Bart era el hombre más salvaje del Oeste. Tenía una barba negra, unos sucios orificios en la nariz, y unos radiantes dientes amarillentos.; y estaba además muy bien dotado, un gran mango siempre tieso e infernal.

Acababa de metérsela a la joven esposa de Billy Joe, la estaba sacando los infiernos a martillazos de polla mientras obligaba a Billy Joe a observarlos. Obligaba a la chica a hablarle a su marido mientras lo hacían. Le obligaba a decir:

—¡Ah, Billy Joe, todo este palo, este cuello de pavo me atraviesa desde el coño hasta la
garganta, no puedo respirar, me ahoga! ¡Sálvame, Billy Joe! ¡No, Billy Joe, no me salves!
¡Aaah!

Al día siguiente, de que Big Bart se corriera e hiciera que Billy Joe le lavara las partes, se encontraron con una carreta solitaria que atravesaba la pradera por sus propios medios. Un chico delgaducho, de unos dieciséis años, con un horrible acné, llevaba las riendas. … entonces se abrieron las cortinas de la carreta y apareció esa mujercita, con unos pechos increíbles, un culo grande y bonito, y unos ojos como el cielo después de la lluvia. Dirigió su mirada hacia Big Bart, y el cuello de pavo se puso duro y chocó contra el torno de la silla de montar.

—¿Cómo se llama tu chica? —preguntó Big Bart.
—Rocío de Miel —dijo el Niño.
—Y deje de mirarme las tetas, señor —dijo Rocío de Miel

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MIRA : Charles Bukowski, el viejo indecente

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